Y, viendo como se derrumba todo... todo es igual a la terrible nada... Nada llenara el vació que llevo en el corazón magullado, por los golpes del destino despiadado.
La tristeza me invito a compartir de nuevo su morada... pero yo, había hecho un pacto con la felicidad para no dejarla nunca, pero hoy... debo faltarle a mi palabra abandonándola para siempre y aceptar la invitación de la tristeza por el resto de la vida.
Al despedirme, la felicidad sonrió y me dijo: Aquí estaré esperándote por si algún día, quisieras regresar. Con los ojos encharcados por el llanto le respondí: Ya no hay vuelta atrás, la tristeza se apoderó nuevamente de mi.
Maye. |