Gracias te doy Padre Amado por
haber enviado a mi sobrino a compartir
nuestro hogar, por haberlo tenido entre
mis brazos y haberlo llevado de la mano
a caminar.
Gracias por prestarnoslo Señor, por haber
llenado de alegría nuestro hogar con su
presencia, aunque hoy, muchos corazones
tengamos que llorar.
Pero hoy... hoy Padre, has reclamado su
presencia para aliviar su dolor, y has dejado
vacío y sufrimiento en nuestros corazones.
Pero hoy, cuando más aferrado a la vida
estaba y más ilusiones tenía, se fue...
Sus ojos se cerraron, su voz se fue
apagando y su risa, no se oirá ya más, su
cuerpo ahora inerte, no sentirá dolor.
Cuando llega el momento del adiós
no hay valor que valga, la vida
se achica y el mundo se hunde a
nuestros pies.
Acogelo Señor en tu Santo Reino
que la luz sea con él... paz a sus restos
por siempre... Amen, Señor Jesús.
Maye.